martes, 14 de junio de 2011

MEMORIA HÚMEDA


Hubo un mayo en que, negras y muy gordas, las nubes clausuraban nuestras tardes de jugar al amor y cebar el deseo.

Hubo un mayo de tormentas constantes, de zapatos húmedos y besos amparados por cornisas de cantera vieja.

Hubo un mayo que, con su fresca humedad nocturna, apaciguaba mi persecución mental de tu piel y tu sonrisa.

Hubo un mayo que sabía llorar conmigo.

Pero ahora las robustas y negras nubes, las tormentas y la humedad nocturna emigraron a junio, dejando a mayo convertido en un extenuante páramo. Y será por eso que el amor ya no es un juego, sino una tirana seriedad; que el deseo ya no se ceba y sólo se agota; que los zapatos húmedos son una calamidad y a los besos ya sólo los ampara un ánimo esterilizado.

Será por eso que hoy ya no reconozco nada sublime en tu sonrisa y tu piel maltrechas.

O será tan sólo que debo aprender a llorar con junio y así expulsar tu fantasma de mi memoria.

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