domingo, 25 de septiembre de 2011

20 AÑOS DE NEVERMIND.


En lo estrictamente musical, Nevermind no es el trabajo que yo más aprecie de Nirvana, pues el ánimo iconoclasta, visceral y nihilista del álbum In Utero siempre ha convocado más a mi admiración. Sin embargo, el significado cultural y social de Nevermind es enorme, comparado con el resto de los álbumes de Nirvana.

Nevermind (segundo álbum de estudio de Nirvana, después del Bleach de 1989) llegó, en el inicio de los años 90's, para inaugurar el último grito de autenticidad de todo aquello que cabe bajo la hoy vaga etiqueta de rock. Después de unos 80's saturados de pop blandengue, abuso de sonidos sintetizados y bandas de glam metal (que se preocupaban más por encrespar y teñir sus cabelleras que por serle fieles a alguna raíz del rock), Nirvana irrumpió el 25 de septiembre de 1991 con un álbum que vino a recordarle a Estados Unidos que los los 80's de Ronald Reagan no habían heredado a la juventud un paraíso, sino un páramo de alienación, hastío y pesimismo. A partir de una efectiva y demoledora fusión musical de punk y pop, Nevermind recopiló la ira, las lamentaciones, las paranoias y los balbuceos sin sentido de una generación que ya no veía por dónde o de qué manera podría germinar de nuevo el american way of life, a pesar de vivir entre compras compulsivas en los centros comerciales y televisores con 30 canales. Tres tipos vestidos como chavos de cualquier suburbio o pueblo jodido estadounidense, armados con sólo bateria, bajo y guitarra, se presentaron ante Estados Unidos y el mundo como el ácido que venía disolver el falso y empalagoso optimismo que Michael Jackson, Madonna, Bon Jovi, los políticos o los mass media predicaban con respecto al "sueño norteamericano" y el orbe occidental en general.

De cómo Nirvana ya no pudo deshacerse de la etiqueta de "líder del movimiento grunge" que el mainstream le asignó y de cómo éso jodió a Kurt Cobain hasta llevarlo al suicidio, ya mucho se ha escrito. Lo importante hoy es recordar que Nevermind de Nirvana es un objeto-evidencia fundamental para entender la historia musical, social, cultural, y hasta política, de las últimas 2 ó 3 décadas en el orbe occidental. Quiza Bleach, In Utero o cualquier otro álbum grunge sean más honestos, independientes y crudos en su propuesta estética, pero Nevermind fue el grito de batalla que inauguró en 1991 la última etapa de autenticidad para ese ente musical llamado rock. Nevermind cumple 20 años; la larga agonía de un rock que ya no se reconoce ni a sí mismo, también.