domingo, 12 de septiembre de 2010

ARQUEOLOGÍA MUSICAL: No tengo tiempo de cambiar mi vida (1985).

Sólo algunos meses antes de que el terremoto del 19 de septiembre de 1985 le arrebatara la vida, Rockdrigo González grabó en un foro televisivo de Imevisión-Canal 13, la versión en directo de "No tengo tiempo...". Ahí está Rockdrigo con su banda Qual, en imágenes difuminadas, consecuencia del castigo del tiempo sobre la cinta magnética... Imágenes difuminadas que acentúan su actual condición de no-vivo, de espíritu que deambula y que no se resigna a reposar en su tumba ya casi anónima. Rockdrigo canta ante el micrófono: "No tengo tiempo de cambiar mi vida...", como involutaria y fatal premonición de que la muerte ya pronto lo visitaría en una fría mañana de septiembre (de esas que anuncían el inevitable otoño) y que ya no habría tiempo de cambiar la vida ni los calzones del día anterior.

Con aquella ciudad de México colapsada por un terremoto, nuestro país escuchaba el último aviso para librar el gran abismo en el que hoy rodamos sin parar. Hoy ya no hay tiempo de cambiar: el buen Rockdrigo, profeta del rock nopalero y rupestre, lo predijo con triste contundencia.

domingo, 5 de septiembre de 2010

"INNOCENCE IS OVER...".


Ignoro cuántos se han sentido plenamente mexicanos en el devenir histórico de estas tierras tan extrañas en que nos tocó nacer. Más difícil aún: ¿Qué se siente ser plenamente mexicano? ¿Dónde está el hombre o la mujer que logró escribirlo o decirlo, sin titubeos, en el éxtasis del sentimiento mismo? ¿Dónde...?

Ya no se como nombrar a este conjunto de valles, montañas, descuidados pueblos, enmierdadas ciudades, rios secos o rios-drenaje, barrancas-basurero-depósito de destazados... Me han dicho que lo nombre Mesoamérica-Aridoamérica, Nueva España, Imperio Mexicano, República Mexicana, Estados Unidos Mexicanos... o simplemente, México.

Será que quizá perdí, sin remedio, cierta inocencia (¿cuándo?). Será que en algún momento no supe conciliar la esperanza con la decepción...

...será la jefa o el jefe con cara de angustia en 1982, cuando la economía de este país se fue al carajo después del festín de mega-transas y optimismo ciego del sexenio de López Portillo. "No hay lana 'mijo, 'ay pa' la otra...", "No te lo puedo comprar, ya no tengo dinero...", y el seis de enero de 1983, con apenas siete años de vida encima, amanecí con el Día de Reyes más jodido que pudiera recordar...

...será la mañana del 19 de noviembre de 1984, con las imágenes televisadas de una planta de gas LP que no dejaba de vomitar fuego hacia San Juan Ixhuatepec, mientras parecía que en este país no había nadie interesado en parar ese infierno... serán las crudas fotografías de "¡Alarma!" con los cadáveres carbonizados de San Juanico en los patios interiores y en las aceras, que me hicieron entender, en cuestión de segundos y con un escalofrío de por medio, que vivía en una tierra gobernada, de día y de noche, por la negligencia y por una muerte glotona...

...o será septiembre de 1985, que inició feliz, con uniformes y útiles escolares nuevos, con San Juanico y sus cuerpos chamuscados en el olvido, en alguna fosa común ya sepultados... será ese septiembre que, ingrato, dejó de ser, sin previo aviso, el festivo e inaugural septiembre de todos los años... septiembre de una mañana de jueves en que el tremendo movimiento de la cama y el crujir de muros me despertó, mientras todos en la casa sólo atinaban a decir: "¡está temblando!"..., y después, al regresar de la escuela, Jacobo Zabludovsky y sus colaboradores transmitiendo desde un estudio televisivo improvisado, en mangas de camisa, hablando de una ciudad de México en colapso, hablando de heridos, hablando de muertos... no hubo telenovelas esa tarde, no hubo "He-Man", sólo videotapes del más viejo "Chiquilladas" en una señal defectuosa del canal 2, en blanco y negro, que me hacía sentir en un país con su orden roto y al borde del Apocalipsis... y al siguiente día, en una tarde de viernes nublada y fría, fuimos al panteón municipal a acompañar el entierro de una familia completa, cinco ataúdes a la vez: un matrimonio y sus tres hijos, que murieron por una fuga de gas (gas LP, una vez más ese pinche gas) mientras dormían en sus habitaciones, después de festejar en el centro del pueblo "el grito" del 15 de septiembre... y la muerte se me metió entonces hasta las huesos, pues todavía el miércoles 18 en la noche, muchos de los muertos del terremoto que después eran sacados encobijados de entre los escombros, habían visto un capítulo de "Disneylandia" en el canal 5, igual que yo... y la familia que ya no despertó había ido al jardín el 15 de septiembre, para comer fritangas y gritar "¡Viva México!", igual que yo... y los muertos por el terremoto y los muertos por el gas habían confiado en despertar bien al siguiente día (igual que yo, que sí desperté), entregados a un sueño reposado que desde entonces ya no conozco... la muerte ya no se iría nunca de mi lado: llega para acostarse conmigo todas las noches y su presencia tan plena me hace inspeccionar, obsesivo, conexiones de gas, estufa, ventanas y cerraduras...

...será eso, quizá... o será que yo sólo guardo los detalles más oscuros del acontecer en estas tierras tan regadas por lágrimas y por sangre...


...será que mi espíritu es como una fúnebre mariposa que, ilusa, extraña aquella vida ciega en el capullo, antes de la ahora irreversible rasgadura... "Innocence is over...".